domingo, 20 de diciembre de 2015

Dime de qué presumes...

La búsqueda de uno mismo es el camino más personal que uno puede emprender en la vida. Cuando uno empieza a iniciarse en los senderos del misticismo y a hacerse preguntas sobre todas las cosas, rápidamente descubre que no va a encontrar las respuestas en ningún libro, ni en nadie (ningún maestro) que pueda responderlas, por el simple motivo que una respuesta no es tal en si misma, podemos saberla si, nos la pueden decir o la podemos leer, pero no nos servirá de nada si no la hemos asimilado realmente. De qué puede servirnos saber que "amar es maravilloso" si nunca hemos experimentado el amor por nosotros mismos? Solo cuando uno lo vive, lo experimenta, lo siente... es cuando uno lo comprende, sabe lo que és y FORJA, dentro de sí, una respuesta, una respuesta PERSONAL que difícilmente podrás transmitir a otros si no es orientándoles hacia la propia vivencia y asimilación completa de lo que están buscando.

Muchas veces podemos tener la respuesta delante mismo de nuestras narices, pero ser incapaces de saber verla, o de saber apreciarla, o de saber siquiera qué hacer con ella. A veces hace falta toda una vida para asimilar un concepto, un valor o un sentimiento que no podríamos haber asimilado plenamente aunque tuviéramos "el libro de la verdad absoluta" en nuestras manos. A medida que uno profundiza en sentimientos y experiencias más complejas, se torna más y más difícil de explicar a los demás: ¿Cómo explicar plenamente lo que se siente en un estado de meditación profunda? Uno puede saber, uno puede leer, documentarse... pero nunca sabrá del cierto lo que és, hasta que no lo viva por si mismo.

Esa es la base misma de la vida. ¿Porqué estamos aquí? ¿Porqué sufrimos? ¿Porqué vivimos? Si Dios es perfecto, si el universo es AMOR, si todo es harmonía en su esencia... ¿Por qué torturarnos con una existencia llena de sufrimiento y de dificultades (también hay momentos buenos, eh!)? Yo creo que simplemente es por el placer de redescubrir mediante la propia existencia y las propias leyes del universo y su naturaleza la esencia misma de las cosas. Necesitamos aprender, asimilar, por nosotros mismos cada pieza del gran puzle universar, para gozar de su conocimiento y de su naturaleza.

"Por nosotros mismos", ahí está la clave. Nadie PUEDE, aunque quiera, darnos una respuesta. De ahí las frustraciones de un padre cuando intenta explicarle a su hijo que por ese camino o con ese amigo o con esa novia no le va a ir bien y el hijo (habitualmente más terco que una mula) se enfada y sigue el mismo camino que sabemos no va a resultar bien. Pero él NECESITA vivirlo para asimilar esa experiencia y hacerla suya, y, entonces sí, intentar no cometer de nuevo los mismos errores.

Aquellos que llevan tiempo en el camino de la búsqueda interior conocen claramente este principio. Es por eso que los auténticos maestros nunca intentanrán darnos las respuestas a bocajarro, sino más bien generar en nosotros las preguntas correctas que nos pondrán en el camino de obtener nuestras propias respuestas (las únicas que nos serán realmente útiles, en realidad). Es por eso que si en vuestra búsqueda os encontrais con personas que de buenas a primeras os explican que ellos son capaces de ver las auras, de comunicarse con "seres del más allá", de hacer "viajes astrales" y de saber esto, aquello y lo de más allá... podeis pensar tranquilamente y sin temos a equivocaros aquello de "dime de qué presumes y te diré de qué careces". No os fiéis nunca de aquél que intente deslumbraros a base de palabras y promesas milagrosas, en mi vida encontré muchos de ellos y son poco más que grandes charlatanes con ganas de expandir su ego mostrando plumas de pavo real para obtener la admiración de quienes les rodean.


Para mí es un principio básico del misticismo. Si evitais este tipo de personajes, os evitaréis grandes dolores de cabeza.

Sin embargo, sin un día encontrais a alguien que, sin predicar nada ni intentar convencerte de nada, le notas una energía especial y una manera de decir y de hacer las cosas que provocan la atracción de las personas que le rodean por el simple echo del amor que pone en sus actos, probablemente entonces habréis encontrado a alguien realmente interesante. Alguien rico en su interior, con sus propias respuestas asimiladas, que intenta simplemente aplicarlas en su vida quotidiana, entiendiendo que los demás deben encontrar sus propias respuestas por si mismos, y no porque él predique las suyas de buenas a primeras.

¡Ojalá viviéramos en una sociedad donde nos enseñaran más a buscar nuestras propias respuestas que a inculcarnos el conocimiento de otros con calzador! Seguro que la creatividad de las personas y la riqueza de pensamientos nos sorprendería en sumo grado.

Y esa, efectivamente, es una de las respuestas que yo encontré para mi mismo y que seguramente no os sirva a vosotros, por lo que os invito de corazón a encontrar las vuestras por vuestras propias experiencias.

No es mi idea en este blog hacer de mis respuestas algo especial, solamente pienso en una frase que un día nos dijo un amigo "lo que a mí me gusta es encender una chispa en los demás".

Así que no se trata de escribir o interpretar las palabras de los otros como ciertas... pienso más bien que se trata de motivar y encender esas chispas que puedan prender en el interior de cada persona, para que puedan hacer su propio camino y experimentar a través de él, cada una de las maravillas que esconde esta nuestra vida.

Las siete en punto

Hace ya mucho tiempo leí un libro de cuentos de Jorge Bucay. De él recuerdo especialmente un cuento titulado "El reloj parado a las 7", que explicaba como el autor tenía un viejo reloj roto colgado en la pared de su cuarto. El reloj parecía inútil la mayor parte del tiempo, pero había un instante mágico en el que daba la hora exacta y entraba en harmonía con el resto de relojes del mundo, como si fuera perfecto y sin tara alguna. Durante ese instante fugaz el reloj era uno con el universo y se sentía radiante y vivo como ningún otro...

Ese cuento lo podemos extrapolar perfectamente a nosotros mismos. La mayor parte del tiempo solemos creer que vivimos, anclados a nuestras obligaciones, responsabilidades y rutinas, nos dejamos llevar y el tiempo pasa, sin más, como si simplemente lo dejáramos pasar, sin ser muy conscientes realmente de lo que hacemos o dejamos de hacer realmente.

En ocasiones es normal que uno dude de si lo está haciendo bien o mal, de si tomó la decisión correcta o de si está haciendo aquello que debe hacer, y posiblemente no encontremos respuesta, llegando incluso a sentirnos confusos, perdidos, agobiados, estresados o deprimidos... hasta que llega nuestro momento, como ese reloj anclado a las 7 en punto.


Cuando, por sorpresa nos llegan esos momentos, sentimos que el universo entero está en harmonía, y uno se siente orgulloso consigo mismo y con el entorno que le rodea. Es en esos momentos en que ese relámpago de claridad mental, esa inspiración divina que nos pone los pelos de punta y nos susurra "todo está bien", en los que podemos obtener la única respuesta que buscábamos: Si, tomamos todas las decisiones correctas... justo para llegar a este momento.

Esos momentos también pueden buscarse, pues suelen acontecer cuando uno deja de EMITIR pensamientos (algo que solemos hacer constantemente), preocuparnos por cosas, escuchar noticias, juzgar, planificar, pensar... y simplemente dejamos la mente "en blanco", tranquila y disfrutamos de alguna actividad inspiradora. A mí me suele ocurrir cuando viajo en coche (normalmente viajes largos) y donde en un momento dado dejo la mente tranquila y disfruto de la música, por ejemplo. También puede ayudar pasear tranquilamente por el campo, hacer ejercicios de meditación o todo aquello en lo que nuestra mente pueda descansar y nosotros sentirnos en harmonía (cada uno tendrá sus momentos), pues cuando dejamos de emitir pensamientos, es cuando nuestra mente puede realmente RECIBIR la "inspiración" que brota del subconsciente y nos puede susurrar ideas nuevas o revelar esas emociones que creíamos olvidadas.

No pretendo tener una vida perfecta, ni estar constantemente iluminado por ese tipo de inspiraciones, simplemente voy haciendo lo mejor que sé y puedo, la mayoría de veces con las únicas ayudas de la personalidad, la moralidad, la idiosincrasia y la voluntad de vivir, experimentar y aprender que uno lleva encima pero me basta que, de vez en cuando, uno de esos instantes me inunde de energía balsámica y me reconforte para el resto de días en los que vuelva a luchar en una oscuridad probablemente absoluta. Y he aprendido a apreciar y valorar esos momentos para tener esa guía que uno siempre necesita, y saber que, si consigo dar la hora en punto, aunque solo sea una vez cada cierto tiempo, todo el camino recorrido habrá valido la pena, y toda la impresión de ser imperfecto, ser raro o de estar roto quedará olvidada, al menos en ese mágico instante.

Pienso que es importante saber valorar en la vida todos los momentos que acontecen: los buenos, los malos... y los realmente especiales. Si viviéramos constantemente en un camino de rosas, no  acostumbraríamos tanto a ellas que no sabríamos apreciar el magnifico aroma que estas desprenden, necesitamos también caminar sobre otros terrenos distintos, para que, cuando encontremos las rosas disfrutemos plenamente de ellas como se merecen.

Y eso me recuerda el motivo de por qué todo es dual en esta vida... pero esa es otra historia, que debe ser contada en otra ocasión.

Os deseo a tod@s unas maravillosas 7 en punto.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Solo hay que tener miedo de tu propio miedo

Nadie adivinaría qué película he visto más veces en mi vida. Fue en mi infancia, en esa edad en la que un niño puede ver la misma secuencia 200 veces y no aburrirse nunca. Teníamos en casa un vídeo VHS y un videoclub cerca de casa en el que el dueño (amigo de mi padre) nos pirateó algunas cintas de video famosas en el aquél tiempo, entre ellas estaba Karate Kid, pero la estrella para mi hermana mayor y para mí fue sin duda "Matar un Ruiseñor". No es que fuera una película para niños, de hecho recuerdo que tenía una secuencia larga de un juicio a un negro acusado falsamente solo por ser negro, pero a mi hermana y a mí nos fascinaba el aura de misterio que envolvía la película, con esos niños hermanos que pasaban miedo al pasar por delante de la vieja casa de un "vecino atormentado y loco", pero que siempre encontraban algún regalito misterioso para ellos en el hueco del tronco de un árbol una vez pasada esa casa. En un momento determinado de la película, el padre de los niños, Atticus Finch (Gregory Peck), les dice muy sabiamente: "solo hay que tener miedo de tu propio miedo", y esa frase, tras ver la película unas 50 veces, se me quedó grabada en la memoria base a una edad tan tierna que creció conmigo, formando parte de mi idiosincrasia particular.


"Solo hay que tener miedo mas que de tu propio miedo", repetí como un loro a lo largo de mi infancia, usando esa frase en su significado más obvio, para alentarme (o alentar a otros) ante situaciones en las que uno normalmente sentiría temor, recuerdo haberla usado frecuentemente para darme ánimos frente a situaciones misteriosas o desconocidas, y realmente una característica de mi carácter es que no suelo tener miedo a nada. Al menos el miedo "irracional" a lo misterioso, a la oscuridad, a la soledad, a caminar por un bosque por la noche o a sentir la presencia de algo "raro" (espíritus, fantasmas, monstruos)... como he podido comprobar que muchas personas en este mundo sí tienen. Evidentemente el carácter no se forja con una sola frase y pasaron muchas otras cosas en mi infancia que blindaron esa seguridad frente a todo lo que pasaba en mi vida, pero aun hoy descubro esa frase de Atticus en mi cabeza más frecuentemente de lo que sería un mero recuerdo ocasional.

Creo que ahora le doy un significado más completo a esa frase. Ahora creo saber que no solamente significa "se valiente" (como creía de pequeño), sino que el miedo que nosotros mismos generamos ante todo lo desconocido es uno de los grandes bloqueos que ponemos en nuestras vidas, pudiendo llegar a ser uno de nuestros peores enemigos.

Si llegamos a aceptar que "todo es mente", y que nuestro pensamiento es el primer motor que crea nuestra propia realidad, comprobaremos que los pensamientos positivos son los que dan fuerza a esas ideas primas que tarde o temprano se harán realidad si continuamos imprimiéndoles fuerza y caminando (actuando) en esa dirección. Pero ¿Cuál es uno de los principales motivos que encontraremos para no cumplir nuestros sueños? El miedo, sin duda, nuestro propio miedo. El miedo ante lo desconocido, el miedo a abandonar nuestra zona de confort (todo nuevo reto exige un sacrificio), el miedo al fracaso, el miedo a que nuestra idea no sea buena, no nos reporte la felicidad que buscamos, o sea imposible de realizar.

El miedo actúa como bloqueo (inconsciente muchas veces) de nuestros pensamientos más positivos, y puede diluir el efecto creativo de los mismos si le damos más fuerza al miedo que al propio pensamiento original. Por eso es importante ser consciente de lo que pensamos, de cómo lo hacemos y de la realidad que estamos creando en cada momento. Si dejamos que los miedos se apoderen de nuestros pensamientos, no estamos dando la fuerza necesaria al resto de pensamientos, y el miedo actúa como duda, que el "universo" interpreta como una falta de deseo, determinación o fuerza de nuestros deseos. Y si realmente no los deseas con todas tus fuerzas, venciendo todas las pruebas y todos tus miedos... Quien te escucha puede que interprete que "mejor esperar a que lo veas claro".

Y si uno se detiene a pensar "¿Qué haría ahora mismo si no tuviera miedo?" se daría cuenta de en qué prisión tan férrea nos tienen atados nuestros propios miedos.

Si me detengo a revisar aquellos momentos de mi vida en los que conseguí algo realmente importante, fue precisamente cuando no tuve miedo a avanzar por un camino completamente desconocido: como cuando conocí a Blanca, tuvimos hijos o nos vinimos a vivir a Suiza, por ejemplo. Si hubiera dejado que el miedo me bloqueara ante esas situaciones, jamás hubiera podido gozar de todo lo que vino después.

También ante el misticismo uno podría sentir miedos. ¿Veré cosas que no quiero ver? ¿Sentiré sensaciones que no quiero sentir? En el caso de que alguien los tenga, le recomiendo que antes de emprender ninguna aventura de este tipo trabaje para eliminar esos miedos lo primero de todo, pues solo cuando uno avanza con pensamiento positivo, decisión y la certeza de estar donde debe estar es cuando se consiguen las mejores experiencias. Recordad que el universo está hecho a partir del amor, y que este es el medio principal por el que todo es creado, vivido y experimentado. A partir de ahí podemos optar por "sentir nuestros miedos" ante la maravilla de la creación, aunque comprobaremos que las mayores recompensas solemos obtenerlas cuando los vencemos y avanzamos con decisión por el camino que nos hemos propuesto.

De hecho, cuando uno se inicia en el misticismo suele empezar a hacer ejercicios de relajación y meditación (espero algún día escribir sobre algunos de esos ejercicios). La primera sensación que le viene a uno cuando empieza a hacer esos ejercicios es una paz profunda, un estado de relajación donde sentimos que todo está en armonía y a partir del cual nos sentimos en unión con todo cuanto forma parte de nuestra vida. Esa es la base del misticismo práctico, pero a partir de ahí hay infinidad de caminos por descubrir, todos ellos con distintas y fantásticas recompensas, que sin duda disfrutaremos... si no tenemos miedo a descubrirlas.

Gracias de nuevo, Atticus por tus sabios consejos, gracias a ellos diste fuerza a mis pensamientos, pues vivir sin miedos es tener alas para conseguir lo que uno desea.


Creed en la fuerza de vuestros pensamientos, cread la realidad que deseéis, y sobre todo, disfrutad de ella libre de miedos.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Todo es mente

No sé cuantas veces habré repetido esta sencilla frase a lo largo de mi vida. Seguro que incluso hay personas que me definirían pensando en ella (a mi hermana pequeña la machaqué con esto toda su infancia), pero es cierto que para mí es un principio tan básico como importante y necesario para nuestro día a día, así que hoy intentaré abarcarlo un poquito más en profundidad en el blog.

Nunca he sido partidario de creer en el azar. Todo ocurre por algo. Cada acción genera una reacción y cada acto tiene una consecuencia. Además, siempre he creído que hay una "inteligencia superior" detrás de todo el universo creado, pues allá donde fijo la mirada solo veo perfección (como procesa las imágenes el ojo humano, como cicatrizan las heridas, la composición química de la materia, el ciclo del agua, etc.) y me parece de una ingenuidad total pensar que todo eso ha sido creado "por que sí" o por pura combinación aleatoria de la materia que nos rodea. Todo lo que crea la naturaleza es perfecto, y luego somos nosotros mismos los que hemos sido dotados de libertad total para hacer o deshacer a nuestro antojo y como somos seres inconscientes, hemos hecho una sociedad imperfecta.

Hay un motivo en todo lo que ocurre, por difícil que nos pueda parecer , pero para mí lo más importante es ser consciente que nosotros también fuimos hechos a imagen y semejanza de nuestro creador, y, por ende, también somos capaces de crear, siendo los pequeños dioses de nuestro pequeño universo particular.

¿Cómo iniciamos voluntaria (o involuntariamente) el proceso de creación de algo en nuestras vidas? Todo empieza siempre con un pensamiento. Anhelamos algo, queremos algo, nos gustaría que... A ese pensamiento inicial le suele pasar una de las siguientes 3 posibilidades:
  1. Lo descartamos rápidamente por el motivo X que sea (es imposible, es muy difícil, yo no puedo, no me lo merezco, no tengo lo que necesito, etc.). En este caso cae en el olvido y es descartado por completo de nuestro proceso creativo.
  2. Jugamos un tiempo con él, incluso iniciamos algunas acciones iniciales hacia él, hasta que nos cansamos, nos aburrimos de perseguirlo o nos desanimamos... y lo convertimos en un pensamiento descartable del tipo 1.
  3. Luchamos por él, vamos hacia él y no paramos hasta obtener el resultado deseado. El tiempo que tardemos en conseguirlo no importa, pero todas nuestras acciones van enfocadas a conseguirlo y tenemos el convencimiento de que vamos a conseguirlo.
Evidentemente son este último tipo de pensamientos los que realmente tienen el "poder" de materializarse en algo real en nuestras vidas. Esos 3 niveles son totalmente ficticios y me sirven para simplificar la explicación, pero podría decirse en resumen que cuanto más crees en un pensamiento, más fuerza le estás dando para su realización. Cuantas más dudas, miedos, complejos o vaguedades tengamos más improbable es que seamos capaces de realizarlo.

De ahí viene la famosa frase de "La fe mueve montañas", pues si uno sabe realmente a donde va, dad por seguro que llegará a su destino.


Quizás una explicación más gráfica sea la que me contó un buen día un amigo del alma:

" - Quiero esta llave"
" - ¿Quieres esta llave?"
" - Si"
" - Realmente?"
" - Sí"
" - Entonces ve a buscarla"
(lanza la llave lejos, a una parcela del bosque de al lado, que obliga a bajar a la calle y dar un buen rodeo).
" - Eh! La has tirado muy lejos!! Ahora no la puedo alcanzar!!"
" - Si crees que no la puedes alcanzar es que realmente no la querías"

Este sencillo ejemplo se me quedó grabado en mi mente de tal forma que un día se lo hice realmente a mi hermana con las llaves de casa... jajaja Con los años ella me confesó que había aprendido algo importante aquél día, así que los hermanos mayores no somos tan malos como podría parecer a simple vista...

Con nuestros pensamientos suele pasar lo mismo. Una vez deseamos algo "la vida" suele someternos a prueba (de alguna manera hay que filtrar nuestros deseos reales de nuestros simples caprichos). A veces nos rendimos ante la primera piedra del camino, o el simple hecho de imaginarnos el largo recorrido ya nos hecha para atrás, a veces nos rendimos tras varios años de intensa búsqueda (sin ser conscientes de lo cerca que podríamos estar)... y a veces simplemente lo conseguimos y si hemos tenido fe ciega en ello sin duda ha hecho mucho más corto y eficiente el camino recorrido.

Observando atentamente mi vida puedo poner un buen montón de ejemplos en los que creer ciegamente en que iba a conseguir lo que quería, lo hizo posible, pese a que inicialmente pareciera imposible:
  • Sacarme la carrera de Telecomunicaciones, pese a que siempre fui un estudiante mediocre de los que traían entre 4 y 7 suspensos en la mochila del verano. El día que me di cuenta de que todo dependía de mí hice un "click" y empecé a aprobarlo todo haciendo codos y poniendo toda mi voluntad en ello.
  • Evitar ir a la mili, a pesar de que la anulación del carácter obligatorio de la misma no llegó hasta unos cuantos años después. Nunca creí ser capaz de coger un arma de fuego con mis manos, nunca quise hacerlo y puse toda mi fuerza mental en evitarlo. Me hice objetor, pero ni siquiera me llamaron para serlo.
  • Conocer a la mujer de mi vida, pese a nunca haber conseguido antes aguantar una relación seria con una chica más de 4 meses seguidos. Nunca dudé que tarde o temprano mi alma gemela llegaría, pese a todos los fracasos anteriores.... ¡¡Y encontré a Blanca!
  • Tener hijos pese a que el espermeograma me decía que era prácticamente estéril. El 1er hijo y el 2o nos costaron muchísimo, pero nunca perdimos la esperanza.
  • Conseguir un trabajo en Suiza a los 39 años, pese a que siempre tuve un nivel pésimo de inglés. 3 años antes empecé a pensar seriamente la opción de trabajar en el extranjero y me puse a estudiar todas las noches inglés de 10 a 11 p.m. (cuando mis 3 hijos dormían). Al final todo confluyó para hacer realidad el sueño (gracias también a David!).
Podría seguir con muchísimos ejemplos más. Algunos sobre grandes objetivos y otros mucho más pequeñitos. Nuestro ejemplo más reciente es el de la casa con jardín y el coche para Blanca, pero es un principio que aplico constantemente en el día a día, ante cada problema que plantea mi trabajo o cualquier otra situación.

Siempre se dice aquello de "Ten cuidado con lo que piensas... ¡¡Podría hacerse realidad!!" Y personalmente creo que es absolutamente cierto. Paulo Cohelo lo expresó escribiendo "Si deseas algo con suficiente fuerza, el universo entero conspirará para que tu deseo se haga realidad". Ambas expresiones expresan el poder del "Todo es mente", pues no es solo que tú, con tu convicción y tus acciones consigas materializar tus sueños a base de esfuerzos, hay algo más...

El universo tiene su propia naturaleza y sus propias leyes, y al estar formado por la consciencia de un ser superior (llámese "Dios", "Consciencia universal", "Naturaleza"...) el pensamiento es un medio natural de comulgar con el universo y darle a entender qué es lo que realmente deseamos. En su infinito esfuerzo por satisfacernos, siempre va a estar ahí, escuchando nuestros pensamientos más poderosos, nuestros deseos más fervientes, nuestros actos más insistentes... para ir moviendo los hilos necesarios para concedernos. A veces nos puede desesperar el "tiempo" que tardemos en conseguir algo, pero a veces el propio tiempo es una prueba para demostrar si realmente queríamos esa "llave" o no...

Y puesto que esa "Consciencia Universal" está forjada básicamente en la esencia del sentimiento del amor (es una energía creadora de la que salió el "regalo" del universo, la vida y la consciencia individual), los pensamientos positivos tienen infinitamente más efecto que los negativos. Es como la electricidad: ¿Por qué se propaga bien la electricidad por el agua, o por el metal y no por el plástico o la tierra? Simplemente porque la electricidad, por su propia naturaleza, es afín a ciertos medios que con compatibles con ella, existiendo toda una escala gradual de más a menos de materiales que pueden o no trasmitirla. El poder del pensamiento es lo mismo, su afinidad absoluta es para con el amor puro que abraza la creación universal, todo pensamiento que sea realizado desde el amor, como objetivo positivo para alguien o para uno mismo, coge fuerza con mucha más facilidad que cualquier otro. Podría decirse que el odio o la maldad son el "plomo" del Todo es Mente. Por más que nos pasemos la vida deseando que alguien muera o sufra daño, ese pensamiento por sí solo no va a tener ningún tipo de facilidad en su consecución. No significa que si quieres matar a alguien no puedas coger un arma y matarlo, pero no vas a tener ninguna ayuda "extra" para hacerlo (y luego tendrías que asumir las consecuencias de tus actos).


De ahí la importancia del pensamiento positivo, creer que podemos, creer que hay esperanza, estar convencidos que llegaremos sin duda alguna... Eso es lo que foja la realidad. Siempre he sido una persona optimista, y supongo que ello me ha llevado a crear una realidad positiva en mi vida. Deberíamos vigilar más qué tipo de pensamientos tenemos pues tenemos tendencias nocivas a pensar "vaya mierda de..." o "yo no puedo"... que matan absolutamente cualquier fuerza o ayuda que podríamos recibir si ese pensamiento fuera positivo.

Un excelente ejercicio para nuestro día a día sería intentar transformar pensamientos especialmente negativos en positivos. Por ejemplo, si en el trabajo tu jefe te toca las narices con un "problema urgente que debe ser solucionado para ayer", en lugar de resoplar y pensar que vaya asco de situación o lo mal que se organizan las cosas, verlo como un reto y una posibilidad de demostrarle a todo el mundo lo capaces que somos en la resolución de incidencias críticas. O si tu hijo te desespera porque ha roto algo, saber luego entender que en el fondo son niños y que después de la regañina y de hacerle entender por qué está mal lo que ha hecho, saberle también dar un abrazo después. O no frustrarte porque para conseguir un título tienes que estudiar mucho, o para conseguir un objetivo hay que trabajar largos días. Al igual que el camino de Santiago no se camina en un día, paso a paso y etapa a etapa lograremos disfrutar más del camino y no obsesionarnos tanto con la meta, y al final habremos llegado a ella sin necesidad de sufrir más de la cuenta.

También hay un factor importante a tener en cuenta, y es que una vez deseado algo con el sentimiento y la convicción apropiada, hay que saberlo "mandar" a la "consciencia universal", hay que saber "dejar de pensar en ello" y no obsesionarse demasiado (por dentro puedes tener la tranquilidad de que todo está bien, pero sin que te obsesione ni te quite el sueño) para conseguir liberar ese pensamiento de nuestro dominio exclusivo, y permitir "mandar la carta" y que el "universo trabaje con ella un tiempo". Mi madre solía recordarme siempre la importancia de este punto cuando me veía obsesionado con algo: "Si no lo dejas que el pensamiento salga de ti y se eleve, al universo no le llegará y no tendrá la ocasión de escucharte", me decían sus sabias palabras.


Por todo ello, "Todo es mente" significa mucho más para mí que un "si yo lo quería, ¿Por qué no lo conseguí?". No es solamente querer una cosa, es estar absolutamente convencido que lo conseguirás, no tener dudas, estar movido por un sentimiento noble y en harmonía con el resto de tus deseos, actuar en consecuencia para que todas tus acciones vayan dirigidas a conseguirlo, saber tener paciencia y convicción durante la espera... Si consiguiéramos tener esa fe totalmente ciega y pura, con total fortaleza de una mente consciente y desarrollada (menos tele y más meditación) conseguiríamos mover todas esas montañas.

Esto es solo mi humilde opinión sobre mis creencias. Y aunque me hayan ayudado a mí, no significa nada, pues cada maestrillo tiene su librillo y cada vida se vivirá de forma totalmente distinta. Yo comparto lo que pienso, pero, ¿Y tú? ¿QUÉ PIENSAS?

sábado, 14 de noviembre de 2015

Gratitud

Aprendí muchas lecciones importantes haciendo el Camino de Santiago. Aproveché el único momento en la vida en el que estuve en el paro para darme unos 40 días libres y vivir la experiencia completa desde Roncesvalles hasta Finisterre. Lo mejor de todo fue que al ir sin presión pude disfrutarlo a mi propio ritmo, sin fijarme un número de kilómetros obligatorio en cada etapa como tantos peregrinos hacían. Simplemente avanzaba o me detenía cuando el cuerpo y el alma me lo pedían, y tuve la sensación (increíblemente hermosa, por cierto) de estar haciendo justo aquello que debería estar haciendo durante todos aquellos días.


De hecho, me di cuenta que mi camino tampoco era el más "completo", como creí al principio, pues conocí a diversos peregrinos que venían andando desde la puerta de sus propias casas en Bélgica (más de 3 meses andando) o desde diversas zonas de Francia y España que implicaba doblar o triplicar el número de etapas "completas" del Camino de Santiago oficial.

Conocí historias interesantísimas de múltiples peregrinos y peregrinas:
  • Recuerdo por ejemplo un papá que caminaba con su hijo de 4 años y a pesar de que al pequeño le fue duro al principio al poco tiempo hacían más de 20Km. al día (me encantaba verlos dormir cariñosamente acurrucados al final de la etapa).
  • También una mujer que venía a caballo con sus 2 hijas desde París si no recuerdo mal, pero venían caminando con el caballo desmontado hasta llegar a Santiago, rezando por todos aquellos cuanto le habían pedido tenerlos presentes en el camino y a la vuelta el papá regresaba vino a buscar a las niñas con coche y la mujer se volvió entonces al galope.
  • Conocí también un monje con el vestido típico de túnica, espardeñas y barba de ermitaño que estaba haciendo el camino para profundizar en sí mismo y descubrir si quería realmente dedicarse a ser cura o no (disfruté mucho la comida filosófica con él).
  • Una peregrina había sido violada de joven por su profesor del gimnasio, y vino caminando desde su casa en Bélgica para purgar todo el sentimiento negativo hacia él y ser capaz de perdonarle.
  • ...
Cada peregrino tenía su propia historia, y era una delicia porque empecé el camino totalmente solo y lo terminé con la sensación de haber conocido muchísimas personas interesantes y haber hecho bastantes buenos amigos.

Mi propia historia también fue peculiar, supongo que porque aprendí a dejarme sorprender por las pequeñas maravillas escondidas en el día a día y a caminar contento, cantando y feliz pese al sol radiante que cayó en La Rioja o las lluvias que nos acompañaron en Galicia. Disfrutaba de cada experiencia y de cada momento, y eso hizo que me sintiera radiante por dentro.

Es cierto que en el camino hay muchísima gente, y en agosto puede llegar a ser realmente agobiante, pero también va a trozos y yo empecé mi camino en Junio, en Roncesvalles, y para cuando llegué a Santiago en julio, ya me había convertido en un paciente y feliz peregrino, a quien no le importaban las multitudes porque sabía como encontrar la magia del camino en los rincones o personas más especiales.


La mayoría de días uno se levantaba temprano, se preparaba la mochila y se ponía a caminar (yo a mi ritmo tranquilo) y al cabo de unas horas (normalmente a primera hora de la tarde) se detenía en un albergue, posada o refugio que le llamara la atención para ducharse, relajarse, socializarse con otros peregrinos, cenar y dormir hasta el día siguiente.

Si uno tenía suerte encontraba una cama o litera al llegar al albergue, pero en los lugares más concurridos (a medida que uno se acercaba a Santiago), el número de peregrinos desbordaba el número de camas disponibles y entonces tenías que desplegar tu esterilla en el suelo del albergue y dormir allí con tu saco y tu mochila a modo de cojín. Esto es algo completamente normal y cuando uno decide hacer el camino de Santiago ya lleva preparados su saco y esterilla para estas situaciones.

Pero recuerdo que estando en un albergue cercano a Santiago una pareja llegó a la recepción del mismo preguntando por una cama para dormir. Ya no quedaba ninguna disponible, y la chica debía tener una expectativa muy distinta de la realidad del camino, porque se puso a vociferar como una histérica que aquello era inadmisible, que cómo iban a dormir ellos en el suelo y que vaya mierda de organización, de camino y de todo, y entonces empezó a remeter contra su novio y con la "genial" idea de hacer el camino... Recuerdo nítidamente la sensación que tuve aquél momento, pues me hizo sentir cómo un auténtico peregrino: Había aprendido el sentido de la gratitud. Estaba agradeciendo tanto si me daban una cama como un pedacito de suelo, tanto si tenía que comprar yo la comida en una tienda como si alguien me invitaba a compartir su pan y su arroz, tanto si tenía que lidiar con mis ampollas en el pie como si un buen samaritano se ofrecía a curártelas al final del día. Para mí todo era motivo de gratitud, pues nadie estaba obligado a darte nada, y allí todo el mundo te daba algo: Un rincón para dormir, un plato para comer, una historia interesante para compartir, una mirada, una sonrisa, un "buen camino!"...

Esa lección aprendida la apliqué desde entonces durante el resto de mi vida. Solo puedo agradecer todo aquello que me ocurre: La luz de un nuevo día, estar con mi mujer, los abrazos de mis hijos, gozar de buena salud, sentirse querido, tener un trabajo... incluso los más ínfimos detalles del día a día, porque podrían no estar ahí pero sin embargo los estás disfrutando y a veces no te das cuenta de lo privilegiado que eres por tantas y tantas maravillas como se te han concedido (entre ellas el mero hecho de vivir y poder experimentar).

Con el tiempo aprendí no solo a agradecer, sino también a la importancia el hecho en sí mismo. El estado mental en el que uno agradece de corazón aquello que tiene es altamente positivo, y genera en uno mismo las condiciones idóneas para que le sigan ocurriendo más cosas positivas. Tal y como hablaré en un futuro post, la actitud mental que se tiene hacia el día a día es importantísima (pensamientos positivos suelen generar situaciones positivas y viceversa) y por otra parte el propio universo parece estar escuchando nuestra mente y nuestros pensamientos (tal y como dijo Paulo Cohelo en uno de sus libros: "Desea algo con suficiente fuerza y el universo entero se volcará para concedértelo") y demostrar gratitud por lo que se te ha concedido digamos que lo pone fácil para que el propio universo entienda que debe darte más de eso, porque el feedback que tu le das es que te ha gustado.

Cuando uno vive una aventura tan intensa durante 40 días consecutivos, es capaz de impactar durante el resto de su vida. A mí el camino de Santiago me marcó profundamente y llegué a pensar a escribir un libro con las pequeñas anécdotas que viví allí. Hay tantas historias como caminantes y todas ellas son interesantes. Quizás vuelva a hacerlo algún día de forma distinta: Con Blanca, mi mujer, o mis hijos, o cuando ya esté jubilado y caminando con otro tipo de bastón...

Cuando por fin llegué a Finisterre y caminé hasta la última roca frente al mar, cuando sentí que ya había completado todo el camino y no podía caminar más, fue entonces cuando rompí a llorar, pues comprendí todo cuando me había dado el camino, y sentía gratitud por toda aquella pequeña vida a parte vivida durante aquellos días, quería más pero no había más camino... y sin embargo, en el sabor de mis lágrimas encontré una profunda respuesta: Toda tu vida es un camino, cada día es una etapa, y en cada ella seguirás encontrando multitud de experiencias y personas especiales de la que disfrutar. El camino de Santiago tan solo era un símbolo de un camino mucho mayor.

Desde que tuve esa certeza no puedo dejar de sentir gratitud.

martes, 10 de noviembre de 2015

Raíces fuertes

Reconozco que soy un privilegiado en esta vida, pues he tenido aquello que considero más importante: Una infancia feliz.

Sin duda la base del carácter, tus fortalezas y tus flaquezas se forjan mayormente cuando eres pequeño, y fundamentan una base que se irá desarrollando con mayor detalle a medida que te vas haciendo mayor.

Es cierto que seguramente ya traje algo conmigo, y mi propia personalidad innata pudo protegerme de ciertos estados anímicos, pero sin duda mis padres cumplieron un gran cometido (pese a que nadie es perfecto) y me dieron aquello que más necesitaba: Una sensación constante de estar arropado en cariño, un núcleo familiar que fue sólido (al menos así lo percibí yo) durante toda mi infancia, 2 hermanas geniales que disfruté muchísimo durante mucho tiempo, un entorno en medio de la montaña donde amar y disfrutar de la naturaleza desde pequeñito...

... Y también la introducción al misticismo desde una edad tan temprana que no alcanzo a recordar.

Cuando mis padres se conocieron, ya eran buscadores, mi padre había estado en un seminario, pero enseguida empezó a cuestionar las grandes preguntas del cristianismo (por ejemplo: ¿Por qué a un cura no se le permite amar a una mujer?) y... bueno, para simplificarlo sus dudas y el conocer a mi madre se encargaron de hacerlo saltar de honda. Juntos buscaron en grupos espiritistas, en diversas religiones y culturas, y finalmente en un misticismo profundo que disfrutamos toda la familia durante muchos años. Recuerdo a mi padre haciendo meditaciones en el comedor de nuestro piso por las noches cuando yo era niño, recuerdo amigos Rosacruces y Masones que me hicieron disfrutar de muchísimas comidas cargadas de filosofía y todo tipo de ejercicios místicos a cada cual más estimulante y sorprendente. Una vez incluso vino un grupo de Lamas del Tibet a nuestra casa...

Si a un niño le enseñas a rezar a Jesús desde pequeño, seguramente seguirá haciéndolo toda su vida (o al menos tendrá muchas posibilidades de hacerlo). Si a un niño le enseñas a meditar desde pequeño y a confiar en conceptos como la fuerza del pensamiento o la reencarnación, lo más probable es que de mayor no tenga la más mínima duda de ello... Ese fue mi caso, así salí yo, caído en una marmita enorme de filosofía y conceptos místicos que me hacen sentir como Obelix con la "pócima mágica". ¿Quién necesita beber la pócima si sientes que tienes las venas repletas de ella? ¿Quién duda de un concepto que ha ido creciendo con él desde que tiene recuerdos?

También es cierto que nací buscador, y ya de adolescente me encantaba escribir cartas larguísimas hablando de filosofadas sobre la vida, la muerte, la reencarnación, los beneficios de la meditación... buscaré en mi baúl de los recuerdos a ver si encuentro algún texto de aquellos años que pueda transcribir en este blog para que tengáis una idea más concreta (también sería un placer "hablar" con el Ignasi del pasado). Siempre me ha gustado escuchar y a medida que fui creciendo iba interviniendo más y más en esas "comidas", "cenas" y excursiones con diversos grupos místicos que abrazaron nuestra vida.

Gracias Papá. Gracias Mamá. Ese fue el mejor regalo que me pudisteis dar y que me va a acompañar el resto de mi vida. Ojalá sepa transmitirles a mis propios hijos algo parecido y que ellos también puedan ir regando ese árbol desde bien pequeños, para que crezcan sin miedos y con un buen equilibrio entre cuerpo, mente y alma que les convierta en peregrinos sedientos de ese conocimiento infinito que nos rodea y espera a ser descubierto cada día, en cada rincón.

Luego llegó la universidad, el trabajo, la pareja, los niños... y todo ese tiempo libre y energía que uno tenía cuando era más joven se centró en otros temas que consideré más prioritarios, como la felicidad de mi propia familia, la educación de los peques, el sustento familiar... Aunque siento que esas raíces fuertes siempre siguen ahí, dirigiendo de forma inconsciente el rumbo de mi vida, las decisiones importantes, algunos flashes de inspiración en los que uno "despierta" y recuerda quien es realmente, y en general todos aquellos pequeños momentos que uno realmente disfruta de la vida (que en mi caso se suceden día tras día). Sé que duermo como un bebé por las noches porque tengo claro quien soy, de donde vengo y a dónde voy. Lo trabajé durante mucho tiempo cuando era pequeño y sigue intacto ahora. Por eso me considero enormemente afortunado.

Gracias a todos aquellos (que fueron muchos) los que contribuisteis a alimentar esas fuertes raíces que ahora me sustentan, y que todavía esperan, ávidas después de tanto tiempo latiendo en silencio que llegue su tan esperada primavera. Pues también uno termina descubriendo que mujer e hijos son la mejor inspiración para desarrollar el mejor misticismo, y otra cosa no, pero mi mujer y mis hijos los amo hasta el infinito y son tan especiales que siento que más que por mí se lo debo a ellos, ellos merecen conocer también al mejor y más auténtico Ignasi que pueda desarrollar en esta vida.

Vivo por vosotros y soy feliz con vosotros... ¡¡Hagámoslo juntos!!

sábado, 7 de noviembre de 2015

Respiro, luego soy feliz.

Hay días en los que uno está inevitablemente enfadado, deprimido, de mal humor, maldiciendo el mundo y las malas cosas que ocurren, que nos ocurren, que pasan o que nos pasan. Hay días en los que uno desearía no haberse levantado de la cama, porque las malas experiencias recibidas nos tumban y nos dejan sin a penas fuerzas para volver a levantarnos.

He experimentado algunos de esos días, y en ellos siempre he conseguido aplicar uno de los principios básicos que rigen toda vida: La respiración.

No podría dar mejor consejo en esos casos de estrés, enfado, depresión o mal humor que darse un momento para cerrar los ojos, respirar profundamente, lentamente e intentar tranquilizarse al mismo ritmo que inspiras y expiras, inspiiiiiiirassssss... y expiiiiiiirassssss... Es extremadamente fácil y rápido, a veces basta con 3 respiraciones profundas, otras unas pocas mas. Al abrir los ojos de nuevo, puede que tu estado de ánimo haya cambiado a mejor.

La respiración es una de las bases de nuestras vidas, necesitamos el aire como fundamento básico de nuestra existencia, pero a diferencia del bombeo sanguíneo u otros reflejos fisiológicos involuntarios, la respiración se puede controlar y la podemos usar como elemento de "reseteo" a un estado anímico básico. Yo lo llevo haciendo durante muchos años, y además le he asociado un pensamiento que para mí es suficientemente enérgico y positivo como para devolverme a mi estado natural:

Respiro, luego soy feliz.

Podría estar muerto, podría no existir, podría simplemente no estar aquí, no vivir nada, no ser consiente de nada, no estar, no ser... Pero... ¡¡Estoy vivo!! ¡¡Tengo la posibilidad de experimentar, sufrir, llorar, reír, amar...!!

Vale, hemos tenido una experiencia mala, nefasta horrible... pero eso NO es lo peor que nos podría pasar, porque de toda experiencia, por negativa que nos parezca, podemos aprender algo, vivir algo, emocionarnos, liberarnos, reaccionar... Lo peor que nos podría pasar es NADA. ¿Os imagináis una vida entera en la que no pasara nunca nada? No tendríamos momentos malos, pero tampoco tendríamos momentos buenos. Por ejemplo, ser padre: Los niños te dan una guerra tremenda, y a veces te hacen enrabietar hasta niveles insospechados, pero... ¿Preferirías no haberlos tenido? ¡¡Eso nunca!! Porque en general siempre la vida te da más momentos buenos que malos, o a veces un simple momento justifica una vida entera.

Podría no existir, pero respiro, luego soy feliz.

Los momentos malos pasan, se desvanecen y dan paso a otras experiencias. Cuando tienes arraigado eso a suficiente profundidad (seguramente por el cúmulo de experiencias vividas), puede ayudar traerlo a la conciencia en esos momentos en los que cierras los ojos y respiras para volver a un estado más calmado.

Para mí ese pensamiento es un resorte que evita caer hacia pozos profundos. Me gusta practicar ese ejercicio cuando tengo un mal día en el trabajo o en general, y realmente me ayuda muchísimo a superar cualquier prueba/reto que la vida tenga a bien plantearme. Ciertamente no hablo de momento de duelo profundo por un ser querido o catástrofes colectivas que puedan conllevar procesos más profundos y largos de rehabilitación, pero sí es una pequeña ayuda en el día a día.

La respiración es algo tan elemental, que si consiguiéramos asociarla con el sentimiento de felicidad, nuestra vida conseguiría mejorar enormemente, y bien seguro que dormiríamos mucho más tranquilos.

Es solo un pensamiento personal... quizás alguien lo pueda... respirar...